—¡Men! —El grito de Josete, nuestro protagonista, se alargó hasta que el sonido del taiko marcó el final de la clase. Cansado, aunque contento, saludó a su compañero y formó una fila junto al resto de kendokas. Estaban sudados y doloridos. Todo normal.
Josete era un tipo majo. En realidad, //es// un tipo majo porque no está muerto, pero la historia que me apetece contaros hoy habla de un Josete al que le resbalan las [[líneas temporales|2]].
Una vez limpio, hermoso y divino, Josete salió del vestuario e intercambió una interesantísima conversación con Celis, el profesor, mientras esperaba a que los alumnos de la próxima clase terminaran de calentar.
—Holi, ¿qué tal la clase?
—Super básica, super bien.
—Ya, genial, pero ¿por qué nadie hace abdominales en esta clase?
Josete se encogió de hombros. Puede que un abdomen firme estuviera sobrevalorado. De repente por el rabillo del ojo notó cierto [[movimiento a su espalda|3]]. Tras él, sin embargo, solo estaba el bogu. Aprovechó que Celis se despedía de él para comprobar que todo seguía en su sitio.
Dentro del men había una [[nota|4]].
Josete frunció el ceño. La nota estaba doblada por la mitad. La agarró. [[Pensó en leerla con avidez|5]]. Quizás fuera un vale por un millón de euros. ¿Quién podía negarse a un millón de euros? O quizás era una declaración de amor, en cuyo caso tendría que rechazar la proposición gentilmente. Su corazón estaba ocupado por una mujer y nueve gatos. Luego [[pensó en tirarla|4A]] sin leerla siquiera porque la curiosidad mató al gato y él no quería problemas.
"Reúnete conmigo a las diez menos cuarto en la puerta del chino. Al que vas cuando El Málaga está cerrado, no pongas esa cara.
Ven solo.
Si te veo llegar con [[alguien más, desapareceré|6]]."
Pero ni en sueños se le ocurriría tirar una nota así. Josete es un hombre de emociones fuertes, diga lo que diga su risa pausada y el aspecto de adulto bonachón con mirada tranquila y sarcástica y adorable a la vez. Su corazón latía desbocado. No era para menos. [[Josete abrió la nota y leyó|5]].
Josete dobló la nota y miró hacia los lados. No había nadie. Aun así, se figuró que alguien le estaba gastando una broma. Frunciendo el ceño, releyó el papel una y otra y otra vez más esperando que las palabras desaparecieran o que la tinta impresa revelara el [[significado oculto|7]]. Cuando asimiló que nada sucedería, salvo una miopía incipiente, suspiró.
Y siguió suspirando.
No, en serio. «Ven solo». Es el típico mensaje de película de terror que precede a una muerte lenta y dolorosa, o como abrir el armario en el que se esconde tu peor pesadilla. Una persona normal correría en dirección contraria. Una persona normal iría con su familia gitana al misterioso encuentro.
Josete ni era normal ni era gitano en su ascendencia más cercana. La misión no era para él, pero tenía a sus gatos, a sus amigos kendokas, a sus otros amigos que nadie conocía pero que sin duda existían, a Marta... No estaba solo. Podía preguntar a alguien si le acompañaba o podía llevarse a Zas y lanzárselo a la cara al menor movimiento. [[Asintió|8]].
Acto seguido sacudió la cabeza. Algo le oprimía el corazón; una sensación de peligro invadió su cuerpo, le puso el vello de punta. [[Se reconoció inquieto|7A]]. Quizá se trataba de una broma pesada. Quizá, alguien tenía algo importante que decirle.
Josete comenzó a suspirar en bucle.
Josete leyó la nota por última vez antes de rasgarla por la mitad. La redujo a papeles diminutos, jirones finos y desiguales de una aventura que no quiso concederse esta vez. Hizo bien, no obstante, pues todos los héroes tienen derecho a elegir sus propias batallas.
Recolocó la mochila en su espalda, cargó la funda de los shinais al hombro y susurró un [[adiós|FINALMALO]] con voz queda.
[[<html><center><img src="https://dl.dropboxusercontent.com/u/4743197/finalmalo1.jpg" alt="FUENTEDAILYCATDRAWINGS"/></center></html>|Agradecimientos]]
—Iré ahora mismo —se dijo apretando el puño en ademán victorioso-. Si es una broma, se las verá conmigo. Si no lo es, igual puedo ayudar. —Cargó la funda de los shinais en el hombro—. ¡¡Allá voy!!
Aquello último lo había dicho en voz alta. Celis le miró con una ceja enarcada. Josete le devolvió [[una sonrisa fugaz|9]] antes de desaparecer por la puerta.
Una cortina de lluvia desdibujaba la calle, convirtiendo las luces de las farolas, los coches y las personas en colores desordenados vertidos sobre un lienzo oscuro. El frío entumeció la punta de la nariz de Josete, quien se había arrebujado en su abrigo y caminaba cuesta abajo con los ojos entrecerrados. El vaho escapaba de sus labios con cada respiración. Se agitaba conforme descendía hasta el punto de encuentro.
El agua caía con tanta violencia que le chasqueaba los oídos. Tampoco podía ver nada más allá de cuatro o cinco pasos; intentó desterrar la idea de que se había vuelto loco mientras [[doblaba la esquina|10]].
Al principio no vio a nadie.
[[—Pero ¿qué...?|11]]
Por los rasgos parecía un hombre de mediana edad, cabello corto, castaño y despeinado como el suyo, ahora aplastado por la lluvia; el suave corte de la mandíbula habría mostrado las facciones dulces de no ser por la expresión que ensombrecía su mirada. Vestía un abrigo negro rasgado por la manga derecha, donde asomaba su antebrazo. Parecía apremiarlo con los ojos. Josete le observó un instante.
—No tengo mucho tiempo.
Era su voz, pero no había abierto la boca. Solo cuando el hombre continuó se reconoció en él como si estuviera delante de un espejo. Titubeó algo incoherente.
—El refugio está en peligro. Los animales necesitan ayuda.
Josete le miró sin verle. El otro le agarró por los hombros y lo zarandeó.
—¡En serio! —El Josete Alternativo miró hacia los lados—. ¡Graba esto en tu cabeza: Paseo Tren Talgo 4! Están haciendo cosas horribles a los animales. Tienes... tenemos que desmantelar a la organización... Los gatos me han... ¡Oye! ¿Te estás enterando?
Era complicado mantener una conversación con tu yo de Algún Momento, por eso Josete sacudía la cabeza e intentaba centrarse en el mensaje, pero chocaba frontalmente con lo único que sabía acerca de la realidad: [[nadie podía verse a sí mismo|12]].
Josete alargó las manos. El gesto pilló a su tocayo a contrapié, de modo que no pudo evitarlo. Josete le estiró los mofletes. El otro puso los ojos en blanco y le imitó. Cualquiera que pasara por allí vería a dos hombres tirándose de las mejillas a una distancia prudencial.
—Eres real.
—Sí —contestó el interpelado, soltándolo— y tú también. En serio, se me acaba el tiempo. Tienes que ir al refugio de animales del Paseo Tren Talgo 4, ¿vale?
—¿Ahora mismo?
—¡Sí, joder!
—Entenderás que no esté muy receptivo —consiguió silabear al fin—. Estoy hablando con mi puto yo de... ¿del pasado?, ¿del futuro? ¿De dónde vienes?
—No hay tiempo para explicaciones.
—Siga a ese taxi.
El Josete de Algún Momento [[emitió un gruñido molesto|13]]. Se desabrochó el abrigo, sacó un artefacto que Nuestro Josete no pudo identificar y tiró violentamente de su brazo, remangándoselo hasta el codo.
Ñac.
Josete sintió un estallido de dolor en el antebrazo. Josete Misterioso retiró la mano: una jeringuilla minúscula permanecía erguida sobre la vena azul, por la que ya fluía un líquido de color verde intenso.
Josete le miró con horror mientras sus piernas, desprovistas de fuerza, le llevaban hasta el suelo.
—Salva a los animales. Por favor.
—No... Espera... Yo...
Extendió el brazo. La jeringuilla resbaló por su piel. Josete Misterioso [[se desvaneció|14]].
—Creo que ya está despierto.
—Tiene los ojos cerrados.
—¿Está bien?
—Al menos eso parece.
—No le atosiguéis...
—... Dice el que no le deja respirar.
—¡Apartaos!
Hubo una pausa.
—Cariño, tienes mala cara.
Josete reaccionó al tacto de una mano suave en su rostro. Se dejó llevar por la caricia un instante, ajeno al resto. [[Si abría los ojos|15]], recobraría de golpe todos los recuerdos. Si no..., bueno, siempre podía dejarse agasajar un rato más...
Josete pareció despertar del ensueño. Sus gatos estaban arremolinados en torno a él con los rabos apuntando al techo. A su lado, en el sofá, Marta sonreía.
—Te has quedado dormido. Alguien debería irse a la cama -canturreó.
—Sí, bueno, no sé... ¿Cómo he llegado a casa?
—¿En metro?
—Claro.
—Les voy a decir cuatro cosas a estos de kendo, ¡y me van a oír!
—No le hagas ni caso —intervino una nueva voz.
—¿A quién? —murmuró Josete con el ceño arrugado.
—A los de kendo, ¿qué te pasa?
—A Marta.
Josete miró intermitentemente a su señora y a sus gatos, esperando una señal.
—Estoy aquí.
Patinete le escrutaba ridículamente oculto tras una de las patas del sofá. Cómo supo Josete que era él y no otro felino el que le hablaba es algo inefable. Lo sabía. Lo tenía clarísimo.
—[[¿Sorprendido?|16]]
Josete cabeceó. Dirigió una mirada extraña a Patinete, después al resto. Zas, Hiro, Totoro, Dorotea, Pelusa, Maca... parecían esperar una respuesta. Empezó a toser con energía, dándose golpes en el pecho.
—Voy a traerte un vaso de agua —dijo Marta— y de paso una pastilla contra la vejez. Madre mía...
Él le dedicó una sonrisa entre tos y tos, y cuando hubo atravesado la puerta hacia la cocina, preguntó:
—¿Habéis hablado? ¿No estoy loco? ¿Hola? ¿HOLA?
Maca le guiñó el único ojo que tenía. El silencio se instaló en el salón como un invitado más. Justo cuando Josete temió haberse vuelto loco, Hiro dio un paso hacia delante.
—Nosotros siempre hemos podido hablar; eres tú el que puede entendernos ahora. ¿Por qué?
Josete les contó el encuentro consigo mismo, la jeringuilla, la lluvia, el desmayo. Y la dirección.
—La dirección... —murmuró.
—El pinchazo te ha dado poderes —concluyó Totoro, que se miraba la pata con interés—. Deberías hacer algo con ello.
—¿Quieres decir que coja el coche y vaya a no sé muy bien dónde a rescatar a unos animales que por... razones... están en peligro?
—Sí.
—Permíteme decirte que hay un [[agujero en tu plan|16A]], Totoro.
—Permíteme decirte que eres idiota.
Josete se encogió de hombros.
Josete dejó el coche en el aparcamiento y se detuvo a comprobar que la plaza era de línea blanca. Quería salvar a los animales, no pagar una multa por hacerse el héroe. Paseo Tren Talgo 4 correspondía a una protectora de animales en Las Rozas, lejos del centro de Madrid. Una valla metálica de casi dos metros cerraba el camino. Resuelto, flexionó las rodillas, inspiró hondo (como si no se creyera lo que estaba a punto de pasar o como si no tuviera que ir a trabajar en pocas horas) y saltó hacia arriba. Se sintió ligero y elástico y así se dobló, cual felino, para franquear la puerta. Cayó de pie sin despeinarse. Miró hacia atrás. La verja era tan grande desde aquel lado como desde el otro. Ágil y silencioso, se encaminó hacia el edificio central. Giró el picaporte y entró.
Sus ojos se adaptaron a la oscuridad. Por ambos lados del pasillo discurrían hileras de chamizos donde dormían perros y gatos, muchos se asomaron por entre las rejas metálicas para olerle mejor. Era un extraño en horas extrañas. Aun así, ninguno quiso asustarle.
—He venido a salvaros —les dijo en voz baja, como si no quisiera arruinar aquel silencio—, pero estoy un poco perdido, la verdad... Qué desastre...
Oyó un gruñido desde la lejanía. Josete permaneció inmóvil, encogido sobre sí mismo. Luego su cabeza tradujo el gruñido: «nosotros estamos bien. Son ellos los que necesitan ayuda. [[Libérame y te indicaré por dónde ir»|17A-primer-camino]].
Josete [[vaciló|17B]]. Tampoco era prudente.
Necesitaba un aliado. Humano o canino, le daba igual. Josete se aproximó a la jaula. Estaba cerrada con candado. Unos ojos azules refulgieron en la oscuridad.
—La puerta de la izquierda te llevará a una salita -explicó el perro—. El guardia de seguridad tiene la llave maestra.
—¿Y cómo voy a conseguirla? ¡No voy a hacerle daño!
El perro gruñó, molesto.
—Él intentará matarte en cuanto te vea. Tenlo claro.
Josete tragó saliva. Claro: se había colado en un refugio de animales para tratar de liberarlos. Aquello era, por lo menos, allanamiento de morada; a partir de ahí los cargos solo podían ir en aumento. Espiró fuerte, de golpe consciente de que estaba metido en un lío. Retroceder era impensable. Imposible. No lo olvidaría jamás.
—Voy a entrar. Demonios.
Por la puerta se colaba una rendija de luz. Su mano se cerró sobre la manilla. El tacto frío le abrasó la piel. [[Abrió|17A1]].
Josete negó con la cabeza. Si fuera por él acogería a todos los animales del planeta, pero no veía útil ni prudente hacerlo si nadie iba a cuidar de ellos. Aquel razonamiento le dejó tranquilo mientras se dirigía a la única puerta de la que provenía una [[rendija de luz|17A1A-JOSETEVASOLO]].
—Se me acaba la paciencia, chico.
Josete tomó aire y se abalanzó sobre él. Forcejearon casi sobre el panel de seguridad, la espalda del guardia tocando los botones que apagaban y encendían los botones de las cámaras, endureciendo las sombras. El hombre le empujó hacia atrás. Josete frenó justo a tiempo no chocar contra la pared y esquivar un puñetazo. La inercia le hizo girar sobre sí mismo; el guardia lo embistió por la cintura contra la mesa, pero Josete empezó a patear al aire hasta que atinó a su espinilla, después a la entrepierna. El guardia se dobló, y él aprovechó para inmovilizarle contra el suelo.
Josete hizo un nudo con los pies y las manos del hombre y le quitó las llaves con parsimonia. También le despojó de la porra.
—Lo siento -murmuró. Antes de salir, [[apagó las cámaras|19]].
La luz gris de las pantallas de seguridad le cegó un instante, tiempo suficiente para que el hombretón sentado con las piernas en alto se levantara y le apuntara con una porra. Josete alzó las manos en son de paz. Tenía que pensar un plan. Y rápido.
—¿Quién coño eres?
Él le miró de arriba abajo, considerando opciones.
—Te estoy hablando. Espero que tengas una buena razón para estar aquí.
El tiempo vuela cuando lo pasas bien. //Piensa, piensa, piensa...//
—No es lo que parece. Todo tiene una explicación. [[Deja que te lo explique|17A2]].
—Se me acaba la paciencia, chico.
Josete tomó aire y gritó:
—¡UNA QUEDADA ILEGAL! ¡PROANIMALES! ¡Y VEGANOS! ¡JUSTO EN LA ENTRADA! ¡Lo he visto en Facebook, es real! ¡Hay un evento! ¡Miles de personas apuntadas para boicotear este sitio, MILES, TE DIGO! —El tipo no se movió. Josete empezó a gesticular descontroladamente—. ¡EN SERIO! Búscalo si quieres. Han hecho hasta una petición en Change.org. ¡JODER! ¡MILES DE MILLONES DE MILLONES DE MILES DE PERSONAS A PUNTO DE LUCHAR POR DERECHOS BÁSICOS y tú y yo aquí perdiendo el tiempo! ¿ES QUE NO VAS A HACER NADA?
Hubo una pausa. El fluorescente encima de sus cabezas parpadeó. El guardia se llevó una mano al cinto; Josete, temiéndose lo peor, se preparó para salir escopeteado de allí, pero con una mezcla de alivio y sorpresa vio que el guardia sacaba un manojo de llaves y el móvil. Dejó las primeras encima del panel de seguridad, luego desbloqueó el móvil y se lo mostró.
—Si es que lo sabía. Las redes sociales son el demonio.
Josete respiró un poco.
—Peor que Satán.
—¿Cómo lo busco en Facebook? Voy a reportarlo ahora mismo.
Nuestro héroe se aproximó a él, de espaldas a la mesa. Mientras berreaba datos absurdos de páginas en Facebook sobre manifestaciones de toda índole, su mano derecha encontró a tientas el manojo de llaves, y sobreponiendo su voz al tintineo metálico, lo guardó en el bolsillo.
El guardia frunció el ceño.
—No me va nada bien internet aquí.
—Tómate tu tiempo, yo ya me voy. Solo quería avisarte. Perdona el susto y eso.
El hombre sonrió amablemente. Sin esperar a la despedida, Josete cruzó el umbral y cerró la puerta con llave. Escuchó un grito de sorpresa desde el otro lado.
[[—No ha estado mal —se dijo a sí mismo.|19]]
—De acuerdo, ya tengo la llave. —Se acuclilló frente a la verja. La llave chirrió al girar, y el candado se desplomó en el suelo con un ruido seco. El eco podría haber alertado al guardia;
lástima que estuviera encerrado.
El perro pastor asomó la nariz y olisqueó el aire. Josete deseó poder hacerlo y que tuviera sentido.
Luego salió. Josete y él se miraron.
—¿Cómo te llamas?
—¿Cómo quieres llamarme?
Josete torció el gesto.
—Tienes un nombre, estoy seguro.
—La cuestión es qué quieres saber: ¿el nombre que me dio mi antiguo amo o mi nombre de verdad?
—¿Tu nombre de verdad?
El perro gruñó, exasperado.
—¿Acaso crees que los humanos sois los únicos con identidad propia?, ¿Que todos somos Toby o Lassi?
—No, yo no…
—Llámame Viernes.
—¿Pero es tu nombre de verdad o TU NOMBRE DE VERDAD?
Viernes comenzó a rascar el suelo con evidente impaciencia. Josete sacudió la cabeza.
—¿A dónde vamos?
—El Laboratorio Secreto™ está por aquí. [[Sígueme.|20]]
//Puedes seguir vomitando frases de películas o puedes pensar en serio. ¿Qué haría [[Gandhi|17A3]] en tu lugar? ¿O [[Chuck Norris|18]]?//
La luz gris de las pantallas de seguridad le cegó un instante, tiempo suficiente para que el hombretón sentado con las piernas en alto se levantara y le apuntara con una porra. Josete alzó las manos en son de paz. Tenía que pensar un plan. Y rápido.
-¿Quién coño eres?
Él le miró de arriba abajo, considerando opciones.
-Te estoy hablando. Espero que tengas una buena razón para estar aquí.
El tiempo vuela cuando lo pasas bien. //Piensa, piensa, piensa...//
-No es lo que parece. Todo tiene una explicación. [[Deja que te lo explique|18-JOSETEVASOLO]].
—Se me acaba la paciencia, chico.
Josete tomó aire y se abalanzó sobre él. Forcejearon casi sobre el panel de seguridad, la espalda del guardia tocando los botones que apagaban y encendían los botones de las cámaras, endureciendo las sombras. El hombre le empujó hacia atrás. Josete frenó justo a tiempo no chocar contra la pared y esquivar un puñetazo. La inercia le hizo girar sobre sí mismo; el guardia lo embistió por la cintura contra la mesa, pero Josete empezó a patear al aire hasta que atinó a su espinilla, después a la entrepierna. El guardia se dobló, y él aprovechó para inmovilizarle contra el suelo.
Josete hizo un nudo con los pies y las manos del hombre y le quitó las llaves con parsimonia. También le despojó de la porra.
—Lo siento —murmuró. Antes de salir, [[apagó las cámaras|19JOSETEVASOLO]].
Se guardó las llaves en el bolsillo con un regusto amargo en el corazón. De nuevo en el corredor principal, escuchó susurros intranquilos de los animales encerrados. Miró la jaula del perro que se había ofrecido a ayudarle: le había dado la espalda. Josete deshizo sus pasos hasta la entrada en busca de una puerta secreta. Estaba claro que más adelante no había nada salvo un callejón sin salida. Recorrió el vestíbulo con las yemas de los dedos pegadas a las paredes, sin sentir ranuras ni palancas ocultas; se deslizó entonces por detrás del mostrador y retiró todo lo que descansaba sobre la mesa. Pasó los doce meses del calendario de perros graciosos, vació los estuches y tazas de bolígrafos y los cajones repletos de archivadores. Sus gestos eran más bruscos a medida que registraba la zona sin obtener nada. De vez en cuando se asomaba el miedo a ser descubierto o, sencillamente, a que el tiempo se agotara. La urgencia hizo que un juguete resbalara de sus manos y [[cayera al suelo|20josetevasolo]]. Josete se agachó para recogerlo.
Sigiloso como lo que medio era, un gato, Josete continuó el sendero que marcaba Viernes.
Retrocedieron hasta el vestíbulo, donde rodearon el mostrador de la entrada. Viernes ladró al suelo enmoquetado. Josete se agachó y buscó y encontró una delgadísima fisura en el cierto pelo beige que recubría el piso; quedó al descubierto una trampilla de madera desvencijada que despedía un olor azulado, medicinal. Le recordó a una farmacia. [[Descendieron|21]] por el pasadizo sin mediar palabra.
Cualquiera esperaría un sótano tenue y angosto plagado de telarañas en el techo abuhardillado y polvo en la tarima crujiente, pero lo que encontraron fue un espacio diáfano de paredes inmaculadas en blanco, decorado con lienzos de bodegones a cual más completo y lámparas de pie negras y estrechas cada pocos metros. Recorrieron el pasillo hasta llegar a un ascensor. Viernes se sentó frente a las puertas metálicas. Josete, en cambio, pulsó el botón, pero nada sucedió: ni escuchaba el ruido de la polea acercando el ascensor ni vio que brillara ninguna luz.
—[[Tienes que desbloquearlo|22]] —le explicó Viernes señalando una esquina de la pared—. Yo no puedo.
Josete siguió la dirección de su hocico. Dio con un cajetín de seguridad.
Debajo halló una placa que leyó con los ojos entrecerrados: «Pulsar para desconectar la seguridad». Parpadeó y volvió a leer, luego miró de soslayo al perro.
—Aquí pone algo tan absurdo que…
[[—Hazlo.|23]]
Josete obedeció. La parte superior de la entrada al ascensor se iluminó en azul. Dejó escapar una risa nerviosa.
—Es gracioso porque es verdad.
Permanecieron en el ascensor tanto tiempo que Josete pensó que no se habían movido ni un centímetro. Sin embargo, sentía cierta presión en la cabeza y [[el cubículo se movía bruscamente.|24]]
De pronto, se detuvo [[en seco|25]]. Las puertas se abrieron.
Josete maldijo no estar [[preparado|26]] para aquel momento.
Nadie les esperaba, por suerte. Viernes dio unos pasos hacia delante, olisqueó y avanzó. De nuevo se encontraron frente a una puerta cerrada. Josete sacó la llave. Solo al contraluz reflejó la inscripción tallada en el acero: llave maestra. [[Abrió la puerta, resuelto|27]]. Viernes tiró rápidamente de él hacia abajo.
Hileras e hileras de estanterías se erguían alrededor de una mesa de operaciones enorme, creando sinuosos pasillos hasta el centro de la estancia. Por entre ellos se deslizaron Josete y Viernes, ocultos tras las cajas que poblaban los estantes, y observaron a la persona que, ataviada con una bata blanca, sujetaba la boca abierta de un gato
con una mano mientras que con la otra le hurgaba en la garganta con unas pinzas. Viernes gruñó una palabrota perruna en voz baja.
—¿Qué demonios está haciendo? ¿Quién es?
—Es el Malvado Científico™.
—Entiendo.
—El Malvado Científico™ experimenta con los gatos… —comenzó Viernes.
—Nadie lo habría imaginado nunca —siseó Josete.
—… Para transmitir sus habilidades a las personas. —Viernes le miró de soslayo. Al ver que no se inmutaba, continuó—: Todavía no ha conseguido que los poderes duren más de veinticuatro horas en una misma persona, [[pero a este paso lo conseguirá|28]], estoy seguro.
El Malvado Científico ™ dejó sin el menor cuidado al gato encima de la mesa y se aproximó a una estantería cercana a ellos. Desde su posición, Josete pudo observarlo mejor: una barba espesa ocultaba su rostro desde la nariz hasta la barbilla; el cabello había sido reemplazado por una calvicie que se extendía por la nuca, imparable; las cejas anchas y rizadas y las gafas rectangulares le conferían un aspecto de lo más grotesco. Puede que Viernes acertara al llamarle científico malvado después de todo.
—Su invento funciona, te lo puedo asegurar —dijo, absteniéndose de mencionar a su yo del futuro pasado. Aquello era peor que una película de X Men—. ¿Qué le va a pasar al gato? ¿Qué hacemos?
—Si la muestra es positiva, encerrará al gato con el resto. Si no, probablemente lo sacrificará.
Josete [[clavó la mirada|29]] en Viernes, alarmado.
—¿Qué estás diciendo?
—Solo almacena los gatos de los que consigue muestras buenas.
—Los gatos no se almacenan —replicó, enfadado—. Las vidas no se almacenan, se viven.
Viernes calló.
—¿Pero cómo puede ser que nadie se haya enterado de esto antes? Quiero decir… —Josete extendió los brazos abarcando el lugar—. Un… laboratorio secreto debajo de una protectora de animales… En las afueras de Madrid… Un loco que intenta dotar a las personas con super habilidades… Es imposible que yo sea el primero en entrar aquí. Imposible. —El gato, yaciendo de lado sobre la mesa, comenzó a maullar. El científico se hallaba ahora frente a una máquina en la que había introducido la muestra, esperando el resultado. La pantalla salpicaba números y gráficos inteligibles. Al cabo de un rato, se produjo un destello rojizo en la parte superior de la máquina. Josete suspiró, nervioso—. [[¿Qué…?|30]]
—El gato no es válido.
—Válido —repitió él sin ánimo—. Basta ya. Voy a salir. [[Voy a salvar al gato|31]] y a pegar una paliza a ese subnormal aunque sea lo último que haga.
Viernes [[le frenó con un mordisco|31noSALVAALGATO]] en la pierna.
Josete se liberó del agarre y acarició con dulzura el cogote de Viernes.
—Sé que lo haces por mi bien, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. Ve a un lugar seguro. Espérame en la puerta, lo que sea. Iré a buscarte y nos largaremos de aquí.
Viernes pareció suspirar, aunque no insistió: le dio un lametón en la mejilla y [[desapareció tras las estanterías|38SALVAALGATO]]
El perro tiró de él con fuerza inesperada, obligándole a acuclillarse de nuevo. En el fondo no era prudente. El Malvado Científico ™ sacó la muestra de la máquina y la vertió en un lavabo tras la mesa. Masculló una serie de improperios mientras se dirigía a otro estante. Extrajo una caja negra y la llevó al centro de la estancia. Del interior manó humo blanco, vaho, quizás. A Josete no le hizo falta saber qué había dentro. En cuanto vio el líquido fluorescente supo que aquello era lo que el Josete de Algún Momento había inyectado en su antebrazo. Se estremeció. El gato seguía maullando.
—¿Y cuál es el plan, Viernes?
—No tengo ningún plan.
-[[Joder.|32noSALVAALGATO]]
Josete repitió «joder» en bucle. Seguían agachados tras un bloque de estanterías, estudiando los movimientos del científico. Ahora se hallaba de espaldas a ellos. La caja estaba cerrada.
Entonces, irritado por los maullidos, dio un golpe a la mesa y cogió al minino por el pellejo del cuello. En un abrir y cerrar de ojos desapareció del campo de visión de Josete. Era su oportunidad.
—Quédate aquí —indicó a Viernes—. Avísame si viene.
Viernes asintió, pero se enroscó sobre sí mismo y miró hacia otro lado. //No entiendo nada//, pensó el [[hombre gato|33noSALVAALGATO]].
Se deslizó sigilosamente entre las torres que parecían los estantes. Cada vez que doblaba una esquina miraba a ambos lados, cuerpo tenso, hombros relajados, inspirando por la nariz, y se sintió más felino que nunca; ni él mismo escuchaba sus propios pasos. La idea de drogarse otra vez en kendo apareció fugazmente por su cabeza.
Ya no había más sitios donde esconderse. La mesa, la caja cerrada y la máquina estaban a escasos metros de él. Pero ¿qué iba a hacer ahora? ¿Robar la caja? ¿Chantajearle? ¿Batirse en duelo? Si ni siquiera se había traído los shinais. Como héroe no valía un duro.
Por suerte no tuvo que trazar un plan. Una mano extraña le agarró del hombro. Josete intentó darse la vuelta en cuanto notó algo cerniéndose sobre él, pero fue [[embestido contra el suelo.|34noSALVAALGATO]]
—¿Qué…? ¿Holi…?
El Malvado Científico ™ lo arrastró al centro de la estancia. De cerca su rostro era incongruente, como si hubieran recortado y pegado varias caras en una sola.
—¿Qué tenemos aquí? Buen trabajo, Viernes.
—¿Viernes…?
El perro no apareció.
—Oh, ¿triste porque un perrito te haya traicionado? No seas idiota. Viernes me es leal a mí, no a ti. Me ayuda con este… pequeño proyecto —siseó—. En fin. ¿Qué haces en el suelo? [[Siéntate|35noSALVAALGATO]]. —Sacó un taburete de debajo de la mesa.
Josete aposentó el trasero. Su cabeza, que iba a toda velocidad, ya había sacado dos conclusiones: la primera era que estaba en un apuro de verdad; la segunda, que el Malvado Científico ™ era un
excéntrico.
—Supongo que te estarás preguntando cuál es mi pequeño proyecto…
—En realidad no.
—… No te aflijas: te lo voy a contar. Eres el único que ha llegado tan lejos. —Le tendió la caja con ambas manos. Cuando Josete hizo ademán de cogerla, él se retiró con una sonora
carcajada. Josete puso los ojos en blanco—. ¿Quién no ha soñado alguna vez con correr tan rápido como un guepardo? ¿O recorrer el vasto cielo como un águila? ¿O bucear con la misma ligereza que un pececillo? Cualquiera. De niño crecí bombardeado por películas de superhéroes, soñando con ser uno de ellos y alejarme de esta —le dio la espalda— vida mundana. Pero ahora las cosas han cambiado.
»El Conversor puede detectar muestras de animales válidas para alterar el ADN humano durante un lapso de tiempo. Al principio fueron minutos. Ahora son veinticuatro horas. [[Pronto|36noSALVAALGATO]] será una vida.
El Malvado Científico ™ se giró lentamente. Sus ojos habían adquirido un brillo febril. Le apuntó con el dedo.
—Estoy a un paso de dar el salto evolutivo. Y tú no puedes hacer nada para impedirlo, aunque desconectaras la máquina, me robaras esta llave —le mostró una llave antigua que pendía de su cuello— y liberaras a todos los animales; o aunque destruyeras cada muestra disolviéndola con agua a cuarenta y siete grados, ni más ni menos; o aunque decidieras llamar a Telecinco y hacerte asquerosamente rico en Sálvame Deluxe. //Nadie// va a venir a salvarte a ti. —Y rio—. ¿Lo pillas? ¿Lo pillas?
[[Un hilo de baba|37noSALVAALGATO]] salió disparado hacia Josete, a quien solo se le ocurrió cerrar los ojos. La saliva le rozó la oreja. Reprimió una náusea.
—¿Te das cuenta de que acabas de contarme cómo desbaratar tu plan?
El Malvado Científico ™ se señaló a sí mismo con una mueca de sorpresa.
—¿Yo? ¿A ti?
—Eh… sí. O sea, la llave del cuello… La temperatura del agua…
Hizo un aspaviento con la mano.
—Eso son minucias.
—Ya.
—No, en serio.
—Claro.
—¡De verdad! Si quisiera darte pistas sobre mi verdadero plan de dominación, te explicaría que la caja contiene muestras ultra poderosas. Un solo pinchazo y te convertirías, qué sé yo, en una especie de Hulk vegano.
—¿Lo de vegano era necesario? —repitió, acordándose momentáneamente de la estupidez de la creadora de su aventura.
El científico asintió.
—No podrías derrotarme de otra forma. Lo siento. —¡Y parecía sincero encogiéndose de hombros y con voz de pena!—. La vida es dura.
[[Josete sopesó opciones.|38noSALVAALGATO]]
El Malvado Científico ™ no era tan malo ni meticuloso como uno
habría supuesto porque ni siquiera le había encadenado a la silla, sino que se había limitado a lanzar una orden sin contemplar la posibilidad de que no fuera obedecida. Pues ahí me ha pillado, se dijo, probando a moverse despacio para ver la reacción de su captor. No ocurrió nada. Si era lo suficientemente rápido, podía alcanzar la puerta en cuestión de segundos Josete era capaz de correr como si llevara un petardo de quinoa en el culo. Vaya que sí. Pero eso supondría renunciar: no haría frente al Malvado Científico ™ ni salvaría a los animales.
Llamaría a la policía y poco más, incluso le atosigarían a preguntas incómodas y nadie creería su versión de la historia. Aun así, las autoridades controlarían mejor la situación. Para
empezar, hablaban en plural. Josete era un ejército de un solo hombre. [[¿Y dónde estaba Viernes?|39noSAVAALGATO]] ¿De verdad le había traicionado?
Se mordió el labio. Rendirse no era una opción. Las dudas le reconcomieron. Quizá era hora de demostrar que los conflictos podían resolverse [[de otra manera|40nosalvaalgatoPACIFISTA]].
O quizá no. A veces sin violencia [[no hay progreso|40nosalvaalgatoPELEA]].
Lo tuvo claro. Nuestro héroe se aclaró la garganta.
—¿Sabes qué?
—¿Qué? —preguntó distraído el Malvado Científico mientras tecleaba furiosamente delante del Conversor.
—Soy vegano.
—Muy interesante, sin duda.
—Al menos mírame cuando te hablo. Yo he hecho lo mismo contigo.
El Malvado Científico asintió, concediéndole la razón, y alcanzó otro taburete. Sentado, se cruzó de brazos.
—Te escucho con atención.
—Lo primero que te preguntarás es por qué. ¿Qué lleva a una persona a adquirir un compromiso ético tan grande consigo mismo, arriesgándose a formar parte de un grupo minoritario que nada a contracorriente en un mundo cuyo fin único es consumir hasta la muerte? Te diré que no es sencillo. Nadie te obliga a cambiar radicalmente tu alimentación; es más, el mercado te impone todas las trabas posibles directa e indirectamente. ¿Cómo? —alzó un dedo—. Señalándote como un ser extraño ante la sociedad, y en primera instancia, ante los tuyos, y —alzó otro dedo— sacando provecho de ello con suplementos de precios y productos especializados y envolviéndolo en un halo de publicidad que... bueno, que te jode el bolsillo. Ser vegano no es solo elegir qué tipo de comida vas a comer, sino qué tipo de maquillaje usas, con qué jabones lavas la ropa, bajo qué condiciones se han extraído las cerdas de tu cepillo... Nadie es mejor o peor solo por comer carne (aunque //ugh//). El veganismo plantea otra forma de vivir la vida, nada más. Me gustaría que España tuviera más amplitud de miras con nosotros, los Seres Veganos, y... amplitud de miras en general porque la necesitamos urgentemente, ¿no? Es decir, no sé si existen los veganos con inclinaciones políticas de extremo tufillo. Imagino que sí. De todo tiene que haber en esta vida. Cómo decirte. ¿Por dónde iba? Ah, sí: soy vegano.
El Malvado Científico™ hacía rato que se había escurrido en el taburete y dormitaba con la cabeza apoyada en el hombro. Josete continuó la verborrea un rato más. Una vez se hubo cerciorado de que no despertaría en un rato, se levantó y se sentó de nuevo. [[¿Cuál sería su próximo paso?|41PACIFISTA]]
Lo tuvo claro. Se levantó de golpe, empujó al Malvado Científico ™ contra la máquina, abrió la caja y se pinchó la primera jeringuilla que le vino en gana. El efecto fue inmediato: su vista se abrió a un amplio espectro de colores que antes tenía vetados, su cuerpo creció hasta hacer sombra la esmirriada figura de su enemigo. Su abrigo se rasgó por los brazos y el tronco, así los pantalones por la entrepierna y los tobillos ahora del tamaño de una cabeza humana normal.
Las uñas de sus manos se convirtieron en garras afiladas, vello castaño duro recubrió su piel.
Se reconoció como un híbrido de oso y Josete. Era Osete.
Seguro que existía un nombre mejor para él, pero exudando adrenalina como estaba, no le importó.
Quería luchar. Quería defender a los suyos, los animales, aunque no los conociera a todos ni fuera a conocerlos nunca.
[[Y lo haría.|41nosalvaalgatoPELEA]]
La caja cayó al suelo con estrépito. Un gran charco verde comenzó a manchar el suelo.
—¡No! —gritó el científico llevándose las manos a la cabeza. Permaneció inmóvil observando el desastre. Después levantó la vista—. Tú… Tú lo has… Estropeado todo… Mi proyecto, mi… vida…
El Malvado Científico ™ sacó un disparador del bolsillo interior de la bata. Se remangó.
—Acabaré contigo.
Y mutó. Dos nuevas extremidades nacieron a cada lado del torso, bajo sus brazos humanos envueltos en pelo negro. Sus ojos se multiplicaron en la frente, las mejillas y la barbilla. Su
envergadura creció hasta doblar en altura y en anchura a Josete, aunque más estilizado. Sus zapatos se agujerearon por los talones, de los que nacieron dos dedos finos y curvos que lo elevaban unos centímetros más del suelo. Osete no le encontró parecido con ningún animal.
[[Era un monstruo.|42nosalvaalgatoPELEA]]
El científico se abalanzó sobre él sin esperar a que Osete tomara conciencia de su nuevo cuerpo. El empellón empotró a Osete contra una pared de estanterías que se tambaleó violentamente. Rodaron por el suelo. Algo que se había hecho añicos en el golpe se clavó en su espalda. Se levantó antes de que la sombra del estante se cerniera sobre él y tiró la estructura con las dos garras. La estantería aplastó a su enemigo. El estrépito podría haber atraído a cualquier persona de las afueras, pensó con vaguedad mientras una nube de polvo se elevaba de entre los escombros. Los lánguidos dedos del monstruo rasgaron la pantalla de humo y apresaron a Osete por el cuello, que retrocedió y quiso zafarse de él mediante fuertes aspavientos. Lo aferraba con la fuerza justa para asfixiarlo. El hombre oso, entonces, lanzó una cuchillada que hendió su abdomen por la superficie rasgando su ropa, y tiró de los jirones hacia delante para propinarle un cabezazo. Josete ya poseía antecedentes de cabezón; su forma animal solo potenciaba esta virtud. La cabeza del Malvado Monstruo™ crujió como si se hubiera [[roto.|43nosavaalgatoPELEA1]]
Josete alzó la zarpa. El Malvado Monstruo™ había desviado el rostro hacia un lado. Las cejas caídas, los labios fruncidos y las quizás imaginadas lágrimas que Josete, más persona que oso, había visto en sus ojos conformaban una expresión de dolida derrota.
Podía [[asestar el golpe final|44nosalvaalgatoPELEA]] y dejarlo inconsciente mientras huía de allí. O podía... [[¿perdonarle?|44nosalvaalgatoPELEA]]
Le tendió su zarpa por el lado de las almohadillas. De ningún modo haría daño a alguien deliberadamente. La sola idea de planteárselo le dio arcadas. No era un justiciero del destino, y si tenía poder sobre los demás, lo usaría siempre bajo el estandarte de la bondad. Las facciones del monstruo empezaron a abandonar al Exhausto Científico™. Sin embargo, rechazó a Osete.
—¿Qué vas a hacer conmigo? —preguntó, mirándole directamente a los ojos.
—¿Que qué voy a hacer? —repitió Osete para sí. No había caído en el desenlace de las cosas. No suele ser en lo que uno piensa, y además, no era muy probable que llegara al final de la aventura—. Pues buena pregunta.
—Si me dejas ir, llamaré a la policía. Vendrán, desmantelarán todo esto, sacarán a los animales... Es lo que querías, ¿no?
—¿Dejarte ir? ¡Pero si eres el culpable de todo este embrollo! La policía querrá hablar contigo.
—Sí... y contigo. ¿Cómo ha llegado un tipo como tú a un sitio como este? ¿Y qué crees que harán cuando te vean así? —El Exhausto Científico™ señaló su apariencia salvaje—. Espero que nadie te espere para desayunar dentro de un rato.
¿Un //rato//?, chilló mentalmente Osete, de golpe colapsado por los acontecimientos. Sintió una punzada de agobio. ¿Qué podía hacer? ¿Marcharse sin más? ¿Y los animales? Alguien debía rescatarlos, ¿no? La policía los liberaría, sin duda, aunque ¿y los avances? ¿Iban a perderse sin más como lágrimas en la lluvia? No es que le hubiera dado un buen uso a la tecnología, pero de ahí a eliminar toda prueba del estudio…
Vio que el Exhausto Científico™ se colocaba el móvil en la oreja.
—De acuerdo. Llama a la policía. Larguémonos de aquí.
Rezó por que fuera la mejor decisión. Estaba dejando escapar a un criminal a cambio de salvarse a sí mismo. Al menos de eso quiso convencerse. Luego le asaltó una nueva disyuntiva: ¿tendría tiempo de [[rescatar a los animales|45nosalvaalgatopeleaRESCATE]]? Su instinto, sin embargo, le instó [[a huir lo más rápido posible|45nosalvaalgatopeleaHUYE]].
Osete no esperó a que saltara el contestador de la policía. Echó a correr como alma que lleva el diablo hacia la salida. En el ascensor notó que su fuerza mermaba con cada segundo que pasaba, su envergadura tampoco era la misma. Se reconoció a sí mismo en el reflejo acerado de la puerta. Avanzó sintiendo la punzada del flato en un costado. Los escalones se hicieron
repentinamente difíciles de subir, y no digamos lo que le flaquearon los brazos al empujar la trampilla hacia arriba. Masculló un hilo de palabrotas entre bocanadas de aire, apoyado en el mostrador. //Qué viejo estoy.// No era verdad.
Nadie se metía en líos como él. Nadie los resolvía como él. Único, inimitable y todavía lejos del otoño de su vida, Josete miró atrás una sola vez antes de salir. Parte de su corazón aguardaba una señal de Viernes, como una idea incapaz de ser formulada en voz alta porque ni siquiera estaba estructurada en su cabeza. Esperó un par de segundos, nada más, y en esos dos segundos agolpó todos los sentimientos y todas las preguntas acerca de lo que acababa de vivir, las incógnitas que no vería resueltas, las posibilidades que no serían exploradas, las decisiones que tomaría si en su mano estuvieran...
Luego dio la espalda al refugio y volvió al coche. Se sentó en el capó de brazos cruzados con las primeras luces del alba recortando su figura en el horizonte. Cuando la policía apareció en la carretera principal, [[Josete desapareció de allí.|FINALBUENO]]
Osete no esperó a que saltara el contestador de la policía. Se movió rápido hacia la puerta por la que el Malvado Científico ™ había llevado al gato. La atravesó como un tornado a punto de
devastar una ciudad. Docenas de pares de ojos se clavaron en él: gatos y perros y conejos atrapados en jaulas etiquetadas con siglas que no entendió. Osete rompió los cristales y dobló los barrotes con el último resquicio de fuerza animal que invadía su cuerpo, liberándolos a todos. Los vio huir, de rodillas, agotado por el esfuerzo. Cuando volvió al laboratorio, el Exhausto Científico™ ya no estaba. Los animales corrían en todas direcciones. Osete caminó entre ellos como quien se arrastra a contracorriente por un río. Subió por la trampilla a trompicones, deteniéndose para ayudar a los más pequeños. También irrumpió en el pasillo principal para romper los candados de las jaulas. Muchos no se atrevieron a salir.
—¡Vamos! —les animó con aspavientos—. [[¡Rápido!|46nosalvaalgatopeleaRESCATE]]
Pero ya no le entendían. Al menos les había dejado las puertas abiertas. Era todo lo que podía hacer por ellos. Abandonó el refugio con un malestar creciente en el cuerpo. Las piernas le
fallaron y se derrumbó a escasos metros de la verja que no pudo saltar. Se aferró a los barrotes. Resignado a recuperar el aliento, observó cómo los primeros rayos de sol pintaban el cielo de tonos anaranjados. A lo lejos también vio las luces de un coche policía aproximándose allí, y tuvo que hacer de tripas corazón para sortear la verja y arrastrarse hasta su propio
coche. Se desplomó bocarriba sobre el capó.
La oscuridad le abandonó. Quiso pensar en lo que había sucedido, pero su mente se derramaba cada vez que abordaba una pregunta, y pasaría mucho tiempo hasta que pudiera recordar con nitidez lo que ocurrió una noche de primavera después de kendo.
Tomando un camino en dirección contraria, un perro pastor también se [[alejó de allí|FINALBUENO]].
A estas alturas cualquiera esperaría un sótano de luz tenue, anaranjada, quizá con antorchas viejas apostadas en las paredes que iluminaran las telarañas del techo y volutas de polvo sobrevolando el ambiente, pero lo que Josete encontró fue un espacio diáfano de un blanco inmaculado solo decorado por lienzos de bodegones y lámparas de pie negras. Recorrió la sala hasta llegar a un ascensor. Las puertas se hallaban cerradas. Josete pulsó el botón de llamada varias veces, en vano. No había signos de funcionamiento. Espero durante un rato, luego, mirando en derredor, vio un minúsculo cajetín de seguridad. Justo debajo rezaba una placa: [[«pulsar para desconectar la seguridad»|22JOSETEVASOLO]]. Josete arqueó las cejas. Era tan absurdo que no podía ser cierto. Sin embargo, lo hizo.
La moqueta beige poseía cuatro delgadísimas fisuras alrededor de la silla. Con el corazón palpitándole fuerte, apartó la silla y levantó la moqueta. Quedó al descubierto una trampilla de madera desvencijada que despedía un olor azulado, medicinal. Le recordó a una farmacia. Josete descendió, suspirando aliviado. La aventura [[continuaba.|21JOSETEVASOLO]]
El indicador de llamada se iluminó en [[azul|23JOSETEVASOLO]]. Josete dejó escapar una risita nerviosa.
—Es gracioso porque es verdad.
Dio un paso hacia [[fuera|24JOSETEVASOLO]].
Todo había cambiado. Josete caminó hacia el centro de la pequeña sala cuadrada. La moqueta había sido sustituida por un entarimado claro, y los bodegones de las paredes eran ahora lienzos de batallas espaciales por un lado y lienzos de un misterioso hombre de verde en diferentes posturas sobre un mosaico amarillo por otro. En uno de ellos, observó Josete, perseguía a unas gallinas con una mueca de exasperación. Se apartó de la pared sin saber qué pensar, aunque su atención fue desviada hacia una puerta entreabierta de la que provenían [[voces|25JOSETEVASOLO]]. Josete se aproximó de puntillas.
A través de la rendija vio un escritorio en el centro de lo que parecía un pequeño despacho, y delante de él a una joven frente al ordenador. Dio con una segunda figura apoyada en la mesa de espaldas al umbral. Una carcajada reverberó por las paredes.
—No nos está costando ni nada, ¿eh? —dijo ella.
—Eso es porque eres una vaga.
La segunda voz correspondía a un hombre joven. La mujer le dirigió una mirada asesina.
—Lo más importante es que [[Josete encuentre el cofre|26JOSETEVASOLO]].
Josete se irguió como una serpiente encantada.
—¿Te imaginas que no lo encuentra?
—Pero ¿cómo no lo va a encontrar?
—Le podríamos dejar una pista absurda, de esas que no entiende nadie salvo el desarrollador del juego.
—¡Y que se vuelva loco!
Más risas. La nariz de Josete casi [[se colaba por la rendija|27JOSETEVASOLO]].
—Ahora en serio: debería tener cuidado.
—Le habría venido bien tener compañía, pero...
Hubo un silencio[[...|28JOSETEVASOLO]]
Demasiado tarde, Josete [[se percató|29JOSETEVASOLO]] de que le habían descubierto.
Abrió la puerta dispuesto a pedir explicaciones. El hombre se incorporó, sobresaltado, y dio tres zancadas hasta el espejo de cuerpo entero ubicado en una esquina. Allí empezó a peinarse distraídamente sin quitarle el ojo de encima. Ella, en cambio, le saludó con la mano pero no hizo ademán de acercarse.
—¿Qué tal, Josete?
—¿Cómo sabéis quién soy? ¿Quiénes sois vosotros? ¿Y cómo...?
Ella sonrió.
—Trabajamos aquí.
Josete empezó a negar con la cabeza, [[paralizado|30JOSETEVASOLO]]. Aquello era muy... meta. Sí, meta era la mejor palabra, la única palabra para describir el momento. La paradoja de su yo de Algún Momento le mantendría en vilo durante muchísimo tiempo; no imaginaba que aún tuviera que enfrentarse a otra contradicción similar. Se llevó las manos a la cabeza. Las piernas le temblaron.
—No entiendo nada. No entiendo nada...
—Josete —dijo ella—, el laboratorio que estás buscando está en la quinta planta. He borrado el resto de pisos para que no te vuelvas loco buscando, ¿vale? No esperábamos que vinieras y nos ha hecho mucha ilusión, [[pero ahora es mejor que te marches|31JOSETEVASOLO]].
No, Josete no se movió. Nadie en su lugar lo habría hecho. Su rostro entero parecía deformado en un interrogante. El caso es que les sonaba de algo. Les había visto en otro lugar, estaba seguro, pero era incapaz de bucear en su memoria y encontrarles. Era como tener una palabra en la punta de la lengua.
—Necesito saber qué está pasando aquí, por favor. Me estoy agobiando un poco.
La mujer desvió la mirada hacia su compañero, que se volvió para fijar sus ojos en Josete. Se señaló:
[[—Soy yo, Iván.|32JOSETEVASOLO]]
—¿Iván? —repitió él, desconcertado.
—¡Peluchín!
Otro silencio.
—¿No me reconoces? ¿De verdad no te suena este cuerpo? —Dio una vuelta sobre sí mismo.
Ella se levantó de repente.
—Menos mal que habíamos quedado en mantener nuestras identidades en secreto. Menos mal.
—¡Igual servía para algo! Además, tú tampoco has hecho nada para echarle.
—Admite que tenías unas ganas locas de decirle quién eres y ya está, no pasa nada—terció ella.
—Admite tú que podías haberte ahorrado esta escena si le hubieras llevado por otro camino. O, bueno, igual habría bastado con cerrar la puerta, pero como eres un desastre...
—¿Hola? —preguntó Josete—. Sigo aquí. ¿Holi? ¡Hey!
Enfrascados en la discusión absurda, ninguno le respondió, y tuvo la sensación de que no lo harían ni aunque se plantara entre ellos con un disfraz de plátano. Dejó escapar un largo suspiro.
—En fin, [[ya me voy|33JOSETEVASOLO]]. Nos vemos. O lo que sea.
Volvió al ascensor. En el panel habían desaparecido todos los botones excepto uno. El laboratorio. Está pasando algo muy raro, pensó mientras esperaba. La idea de vivir en la historia de alguien pasó fugazmente por su cabeza, pero nunca llegó a emerger de las profundidades de su mente. El ascensor lo abandonó en un nuevo corredor blanco y artificial, similar al primero.
De nuevo anduvo por él hasta quedar frente a otra puerta cerrada. Josete sacó la llave. El contraluz reflejó la inscripción tallada en el acero: llave maestra. La cerradura [[cedió|34JOSETEVASOLO]] sin hacer ruido y Josete atravesó la puerta.
Se miraron un instante. Osete le mostró sus almohadillas en gesto pacífico.
-No es necesario luchar.
El Malvado Monstruo™ palpó la sangre que manaba de su frente. Su rostro extraño se contrajo de dolor.
-¿Puedes pelear sabiendo que un [[animal muerto|43nosalvaalgatoPELEA2]] te está salvando la vida? Tranquilo, no sufrió. Se durmió a base de tranquilizantes para caballos. Literalmente eran para caballos. Imagino que no le sentaron bien –añadió con una sonrisa torcida.
Osete, rugiendo de rabia, proyectó un puñetazo estirando el brazo desde atrás, pero el monstruo ladeó el cuerpo y contraatacó con una serie de golpes rápidos en las piernas que lo paralizaron. Sin embargo, Osete atrajo a su oponente y lo lanzó por encima de su hombro a la mesa de operaciones. Creyó haberlo inmovilizado bocarriba, pero el Malvado Monstruo se retorció como una anguila, alzó la pierna y le clavó la uña de su tercer apoyo en la espalda. Osete no hizo sino aferrarle casi hasta arañarse con sus propias garras intentando ignorar el dolor que se extendía por su columna e, imbuido por una rabia desconocida, le golpeó varias veces en la cara. Solo paró al ser consciente de los gemidos del cada vez menos monstruoso científico tendido sin aliento.
[[Volvieron a mirarse|43nosavaalgatoPELEA]] con la intensidad de una película japonesa. Al menos Osete. Los ojos del Malvado Monstruo™ eran dos pelotas aplastadas entre una nariz partida y las mejillas infladas.
Hileras e hileras de estanterías se erguían alrededor de una mesa de operaciones enorme, creando sinuosos pasillos hasta el centro de la estancia. Se deslizó por entre ellos, oculto tras las cajas que poblaban los estantes, y observó a la persona que, ataviada con una bata blanca, sujetaba la boca abierta de un gato con una mano mientras que con la otra [[le hurgaba en la garganta|35JOSETEVASOLO]] con unas pinzas. Un escalofrío viajó por la espalda de Josete. ¿Qué hacía? //Nada bueno, //razonó.
Escrutó al hombre desde su posición: una barba espesa ocultaba su rostro desde la nariz hasta la barbilla. El cabello había sido reemplazado por una calvicie que se extendía por la nuca, imparable, y las cejas anchas y rizadas y las gafas rectangulares le conferían un aspecto de lo más [[grotesco|36JOSETEVASOLO]].
Era el Malvado Científico™.
Nota de la Narradora: [[Sí, por supuesto que se llama así|37JOSETEVASOLO]].
—Otro que tampoco sirve para nada. Diablos, no es mi día de suerte. —El hombre volvió a la mesa y cogió al gato por el pescuezo. Le miró con falsa tristeza—. Me temo que el tuyo tampoco. Adiós, chico.
El Malvado Científico™ sacó una jeringuilla del interior de la bata y apuntó con ella al pequeño. Josete sintió una punzada de terror. [[Debía salir|38SALVAALGATO]]. Estaba paralizado. Perdería su única ventaja en ese momento, el factor sorpresa. ¿Qué haría una vez apareciera delante? Desarmado, sus opciones se reducían a la simpatía del hombre que quería matar a un gatito por no haber dado positivo en una misteriosa prueba. [[Pero la suerte no estaba de su parte...|38Josetenosalvaalgato]]
La fuerza de su decisión le impulsó hacia delante. En el centro de la sala, el Malvado Científico™ retiró su dedo del gatillo, mirándole con una mezcla de sorpresa y suspicacia. Dejó al felino en la mesa, guardó el arma y carraspeó.
—Supongo que te estarás preguntando quién soy -dijo.
Josete enarcó una ceja.
—Bueno, creo que eso debería decirlo yo. Es decir, es tu guarida, ¿no? Y yo soy el intruso...
—Pero yo estoy cometiendo las ilegalidades aquí.
—Sí, bueno, ¿supongo? Seguro que [[maltratar animales es ilegal|39SALVAALGATO]].
—Técnicamente, no.
Josete le apuntó con el dedo. El Malvado Científico™ retrocedió.
—¡Pero es amoral! ¡Antiético! ¡Y de gilipollas! ¿Qué demonios es todo esto?
—¡Por fin me has hecho la pregunta!
—¿En serio estamos teniendo esta conversación? Es la peor —Josete hizo un aspaviento horizontal con los brazos- presentación de personajes de la historia.
Hubo una pausa.
El científico se rascó la cabeza. Empezó a gesticular.
[[—¿Deberíamos... quieres repetirlo?|40SALVAALGATO]]
Josete se tapó la cara con las manos.
—¿Qué es todo eso?
—Dime, atractivo desconocido: ¿quién no ha soñado alguna vez con correr tan rápido como un guepardo? ¿O recorrer el vasto cielo como un águila? ¿O bucear con la misma ligereza que un pececillo? Cualquiera. De niño crecí bombardeado por películas de superhéroes, soñando con ser uno de ellos y alejarme de esta —le dio la espalda— vida mundana. Pero ahora las cosas han cambiado.
»El Conversor —y señaló la máquina— puede detectar muestras de animales válidas para alterar el ADN humano durante un lapso de tiempo. Al principio fueron minutos. Ahora son veinticuatro horas. Pronto será una vida.
»Y te preguntarás: ¿cómo y dónde almacenas el poder? Muy sencillo. Te lo explicaré de tal forma que lo entiendas. Básicamente la muestra de ADN correcta se somete a unos procesos complicadísimos que la transforman en líquido. Llámalo... chupitos de poder.
—Chupitos de poder —repitió Josete sin dar [[crédito|41SALVAALGATO]] a sus oídos.
El Malvado Científico™ asintió mientras le mostraba una caja metálica que había encima de la mesa. La abrió sonriendo con suficiencia. El brillo cegó unos segundos a Josete, que alargó la mano al ver una hilera de seis ampollas dentro de cada jeringuilla disparadora. Su nuevo archienemigo alejó la caja de golpe.
—Se ven, pero no se tocan, muchachito. Ah... Estoy a un paso de dar el salto evolutivo. Y tú no puedes hacer nada para impedirlo, aunque desconectaras la máquina, me robaras esta llave —le mostró una llave antigua que pendía de su cuello— y liberaras a todos los animales; o aunque destruyeras cada muestra disolviéndola con agua a cuarenta y siete grados, ni más ni menos; o aunque decidieras llamar a Telecinco y hacerte asquerosamente rico en Sálvame Deluxe. //Nadie// va a venir a salvarte a ti. —Y rio—. ¿Lo pillas? ¿Lo pillas?
Un hilo de baba [[salió disparado|42SALVAALGATO]] hacia Josete, a quien solo se le ocurrió cerrar los ojos. La saliva le rozó la oreja. Reprimió una náusea.
—¿Te das cuenta de que acabas de contarme cómo desbaratar tu plan?
El Malvado Científico ™ se señaló a sí mismo con una mueca de sorpresa.
—¿Yo? ¿A ti?
—Eh… sí. O sea, la llave del cuello… La temperatura del agua…
Hizo un aspaviento con la mano.
—Eso son minucias.
—Ya.
—No, en serio.
—Claro.
—¡De verdad! Si quisiera darte pistas sobre mi verdadero plan de dominación, te explicaría que la caja contiene... ¡No! ¡Es más! [[Voy a mostrártelo|43SALVAALGATO]].
—Nadie se interpondrá entre mi sueño y yo. Nadie. Seré estudiado en los libros de historia. Amado en las convenciones de ciencia. Querido por todas las personas que un día me aseguraron que no llegaría a nada. Todas las palabras... todos los desplantes... —El Malvado Científico™ extrajo un disparador del bolsillo y se inyectó la jeringuilla—. [[Se acabó|44SALVAALGATOYPIERDE]].
Y mutó. Dos nuevas extremidades nacieron a cada lado del torso, bajo sus brazos humanos envueltos en pelo negro. Sus ojos se multiplicaron en la frente, las mejillas y la barbilla. Su
envergadura creció hasta doblar en altura y en anchura a Josete, aunque más estilizado. Sus zapatos se agujerearon por los talones, de los que nacieron dos dedos finos y curvos que lo elevaban unos centímetros más del suelo.
El monstruo se abalanzó sobre él. El empellón empotró a Josete contra una pared de estanterías que se tambaleó violentamente. Rodaron por el suelo. Algo que se había hecho añicos en el golpe se clavó en su espalda. Se levantó a duras penas la estructura lo aplastara. El estrépito podría haber atraído a cualquier persona de las afueras, pensó con vaguedad mientras una nube de polvo se elevaba de entre los escombros. No veía nada. Ni a su enemigo ni a un metro delante de su nariz.
Los lánguidos dedos del monstruo rasgaron la pantalla de humo y apresaron a Josete por el cuello, que retrocedió y quiso zafarse de él mediante fuertes aspavientos. Lo aferraba con [[la fuerza justa|45salvaalgatoYPIERDE]] para asfixiarlo. Lo sostuvo en el aire unos segundos con la mayor expresión de enfado que Josete había visto nunca.
Tosió. El monstruo aflojó. Respiró. El monstruo apretó. Tosió.
Le estaba torturando.
—Qué aburrimiento...
El Malvado Monstruo le zarandeó y lo dejó caer.
Josete se desplomó en el suelo. Su cuerpo entero palpitaba de dolor. Intentó levantarse, pero ni siquiera alcanzó a doblar las piernas. Cerró los ojos. Apretó los párpados. La situación no pintaba bien y no tenía aliento para una ironía más. Rodó sobre sí mismo hasta quedar bocarriba. El Malvado Monstruo le sonreía desde lo alto. Josete pensó que estaba en el mar y su contrincante allá arriba, en un acantilado, en la cima de una montaña, en las mismísimas nubes negras de tormenta. En un suspiro perdió el sentido de la orientación y divagó y divagó y escapó de la realidad por la puerta trasera de su mente. Al final del camino le esperaba una bestia. Josete no quería ir, pero fue incapaz de dar marcha atrás.
El Malvado Monstruo le abofeteó una vez más. Las pupilas de Josete se empequeñecieron.
—¡Vuelve! Esto es un rollo [[si te desmayas|46salvaalgatoYPIERDE]].
Josete le devolvió la vista, aunque se hallaba en otra parte. Movió los brazos en una especie de baile sin sentido.
—¿Sabes? Me ha costado mucho llegar hasta aquí. He pasado muchos años investigando en las sombras, y sí, he recurrido a toda clase de animales para experimentar sin peligro. Y sí, han muerto muchos. Mi perro Lunes fue el primero. Le siguió Martes. Bueno, sé que no soy muy original con los nombres. Miércoles duró mucho más de lo que esperaba, y Jueves me acompañó durante meses. Viernes... no está aquí. Pero te aseguro que es muy especial. —Exhaló un largo suspiro—. Eres un buen hombre. Me hubiera gustado no tener que enfrentarme a ti, ¿sabes? Podíamos haber sido enemigos para siempre. El vegano animalista y el científico chalado. El ying y el yang. Nos encontraríamos siempre. Pero no puedo permitirlo, no si eso significa cerrar la puerta al progreso. Creo que si fueras yo lo entenderías mejor...
El monstruo acarició su mejilla con una yema afilada y peluda.
—Lo siento, amigo. Será rápido e indoloro, te lo prometo. ¿Últimas palabras?
[[Josete balbuceó algo|47salvaalgatoYPIERDE]] al tiempo que palpaba la caja. Su mano buscó a tientas una jeringuilla mientras intentaba discurrir qué haría después, pero encontró dos y no tuvo otra opción más que clavarse la primera cuando halló el descosido de la manga derecha. Su piel se inflamó al contacto con el líquido azul.
—Soy vegano.
De repente, los ojos del Malvado Monstruo™ [[se abrieron|48salvaalgatoYPIERDE]] como platos.
—¡No! ¿Qué has hecho?
La visión de Josete iba y venía. Un hormigueo subió desde las puntas de los pies. La sala comenzó a deshilacharse como jirones de ropa. Atisbó el verdadero rostro del científico una última vez antes de que la oscuridad se lo tragara. Josete creyó agarrarle del brazo, o quizás se estaba despidiendo, o quizás pensó que, igual que él, se convertiría en un [[híbrido|49salvaalgatoYDESPIERTA]] espectacular.
Josete se despertó abrazado a sí mismo en un soportal. Unos metros delante distinguió la fina llovizna que cubría la calle. Se habría arrastrado de alguna manera que no recordaba. Permaneció inmóvil mirando las gotas de agua deslizándose entre las muescas de las baldosas. Se apretó las sienes con los dedos. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué estaba solo en la calle? [[Un pensamiento asoló su cabeza|50salvaalgatoYDESPIERTA]]. ¿En qué día estaba?
Desorientado, se tocó la chaqueta: estaba mojada y rota. De su antebrazo colgaba una jeringuilla vacía. La arrancó sin cuidado. En la superficie del cristal halló la palabra “reinicio”. Un temblor se adueñó de sus manos.
Registró sus bolsillos en busca del móvil, sin suerte. La idea de que había ocurrido algo horrible le asaltó de tal manera que corrió hacia la primera persona que vio bajo la lluvia.
—¡Perdona!
Un anciano se detuvo con [[cierta reticencia|51salvaalgatoYDESPIERTA]]. Lo cobijó bajo su paraguas.
—¿A qué día estamos? ¿Qué hora es?
—Son las nueve y diez. ¿Se encuentra bien?
—Sí, sí. —Josete temblaba violentamente—. ¿Me puede decir a qué día estamos si fuera tan amable?
—Siete de abril. [[De dos mil dieciséis|52salvaalgatoYDESPIERTA]] —añadió.
—Lo sabía —musitó Josete—. Lo sabía...
Se alejó del amable transeúnte tras un vago agradecimiento y [[volvió|53salvaalgatoYDESPIERTA]] dando tumbos al soportal. No había pasado un día.
Había retrocedido [[tres|54salvaalgatoYDESPIERTA]].
Los recuerdos acudieron de golpe. Josete se olvidó de respirar. La protectora de animales. La búsqueda de la llave. Los extraños poderes. Un perro. El Malvado Científico™. La lucha. La derrota...
Sintió la urgencia de terminar lo que había empezado. Necesitaba [[un trozo de papel y un bolígrafo|55salvaalgatoYDESPIERTA]]. También una ducha, pero eso era secundario.
Por suerte, el dojo estaba cerca de donde había //amanecido//. En poco más de media hora se plantó delante de la puerta; luego, temiendo que alguien le saludara y fuera incapaz de disimular que provenía del futuro y no pensaba vender detergente porque esperaba que en el futuro real, su futuro, no hicieran falta métodos tan rudimentarios ni testeos en animales, se sentó en la acera de enfrente tras los coches aparcados.
Tendría que esperar pacientemente a que terminara la clase para dejarse la nota a sí mismo. Cualquier otra idea era cuestión de tiempo, literalmente. Desconocía si podría volver a su presente, si el efecto de la jeringuilla era limitado o lo había atrapado allí para siempre. ¿Le reconocerían sus gatos? ¿Y Marta? Ella, desde luego, feliz de tener a su hombre por duplicado. Bueno, quizás no tanto. Pero ¿y ellos? ¿Se llevarían bien? Josete asintió, motivado. Se alternarían para ir a trabajar. La vida sería más divertida.
Suspiró.
Todo eran cábalas. La idea de no volver a casa le atenazó el pecho.
"Reúnete conmigo a las diez menos cuarto en la puerta del chino. Al que vas cuando El Málaga está cerrado, no pongas esa cara.
Ven solo.
Si te veo llegar con [[alguien más, desapareceré|FINALREINICIO]]."
Josete dobló la hoja. Eso era lo único que le quedaba: [[un plan loco|REINICIO]].
—Un momento, ¿cómo sabéis que tengo poderes? —preguntó bajando la voz en la última palabra. Se le antojaba fantasiosa.
Maca saltó a su regazo y ronroneó bocarriba. Josete le acarició el mentón, qué remedio. Las sorpresas se digerían mejor así.
—¿Y si no por qué ibas a poder hablar con nosotros?
—Sois inteligentes de verdad —murmuró más para sí aunque el resto le oyeran. Zas bufó. Josete chasqueó los dedos de pronto—. Pero no puedo irme ahora… ¡tengo tantas preguntas que haceros! Esta es mi única oportunidad. ¿Sabéis que los gatos sois adorados en internet? Bueno, y en otras culturas.
—Bueno, y en esta casa —repitió con voz sorna Patinete. El resto pareció reírse. O al menos eso evocaba la mezcla entre tosido gutural y ronroneo agradable.
—No, de verdad –insistió él-. Dudas tontas que me surgen (siempre): ¿por qué pasáis de ser bolitas de amor a asesinos en un segundo? ¿Por qué tenemos cinco areneros a rebosar de caca y otros tres limpios? ¿Por qué actuáis como si nos estuvierais perdonando la vida? ¿Hay algo que no sabemos? Es decir, ¿nos la perdonáis por algo en especial? ¿VEIS EL FUTURO?
Los gatos pusieron los ojos en blanco. Todos a la vez. Totoro retomó la palabra.
—Céntrate. ¿Qué vas a hacer?
Josete no supo qué contestar.
—Tendré que ir, claro...
Y tras un silencio incómodo, conluyó:
—Esperaré a que Marta se vaya a la cama e iré para allá con el coche. Si todo va bien estaré de vuelta antes de que se despierte. Si sale mal...
—Si sale mal, [[morirás y punto|16B]]. No te pongas dramático.
Así lo hizo. Pasada la medianoche se puso su mejor sudadera vegana y salió de casa. El miedo y las prisas le hicieron olvidar el [[móvil encima de la mesa|17]], pero este dato es absolutamente irrelevante para el transcurso de la historia, ya que en caso de peligro solo se le habría ocurrido tuitear algo.
Jsete sintió una punzada de agobio. ¿Marcharse sin más? ¿Y los animales? [[Alguien debía rescatarlos, ¿no?|42PACIFISTARESCATE]] Podía llamar a la policía, ¿no? Y los agentes los librerarían. Aunque ¿y los avances? ¿Iban a perderse sin más como lágrimas en la lluvia? No es que le hubiera dado un buen uso a la tecnología, pero de ahí a eliminar toda prueba del estudio…
Vio que del bolsillo del Perezoso Científico ™ sobresalía su teléfono. Increíble. Parecía que alguien hubiera insertado aquí un //deus ex machina// solo para él.
-Llamaré y saldré corriendo. Diré un nombre falso. O uno super normal, como José Pérez.
Sostuvo el móvil del científico con una mano, no del todo convencido. Su instinto animal venido a menos le pedía a gritos que [[se largara de allí|43PACIFISTAHUYEfinal]].
Se movió rápido hacia la puerta por la que el Malvado Científico™ había llevado al gato. La atravesó como un tornado a punto de
devastar una ciudad. Docenas de pares de ojos se clavaron en él: gatos y perros y conejos atrapados en jaulas etiquetadas con siglas que no entendió. Josete rompió los cristales y los vio huir, de rodillas, agotado por el esfuerzo. Corrían en todas direcciones. Josete caminó entre ellos como quien se arrastra a contracorriente por un río. Subió por la trampilla a trompicones, deteniéndose para ayudar a los más pequeños. También irrumpió en el pasillo principal para romper los candados de las jaulas. Muchos no se atrevieron a salir.
—¡Vamos! —les animó con aspavientos—. [[¡Rápido!|43rescatefinal]]
Josete no esperó a que saltara el contestador de la policía. Echó a correr como alma que lleva el diablo hacia la salida. En el ascensor notó que su instinto felino mermaba con cada segundo que pasaba, su agilidad tampoco era la misma. Avanzó sintiendo la punzada del flato en un costado. Los escalones se hicieron repentinamente difíciles de subir, y no digamos lo que le flaquearon sus brazos al empujar la trampilla hacia arriba. Masculló un hilo de palabrotas entre bocanadas de aire, apoyado en el mostrador. //Qué viejo estoy.//
No era verdad.
Nadie se metía en líos como él. Nadie los resolvía como él. Único, inimitable y todavía lejos del otoño de su vida, Josete miró atrás una sola vez antes de salir. Parte de su corazón deseaba quedarse hasta que todos los animales hubieran salido, pero no era buena idea. Esperó un par de segundos, nada más, y en esos dos segundos agolpó todos los sentimientos y todas las preguntas acerca de lo que acababa de vivir, las incógnitas que no vería resueltas, las posibilidades que no serían exploradas, las decisiones que tomaría si en su mano estuvieran...
Luego dio la espalda al refugio y volvió al coche. Se sentó en el capó de brazos cruzados con las primeras luces del alba recortando su figura en el horizonte. Cuando la policía apareció en la carretera principal, [[Josete desapareció de allí.|FINALBUENO]]
Pero ya no le entendían. Al menos les había dejado las puertas abiertas. Era todo lo que podía hacer por ellos. Abandonó el refugio con un malestar creciente en el cuerpo. Las piernas le
fallaron y se derrumbó a escasos metros de la verja que no pudo saltar. Se aferró a los barrotes. Resignado a recuperar el aliento, observó cómo los primeros rayos de sol pintaban el cielo de tonos anaranjados. A lo lejos también vio las luces los primeros coches de la zona, y tuvo que hacer de tripas corazón para sortear la verja y arrastrarse hasta su propio
vehículo. Se desplomó bocarriba sobre el capó.
La oscuridad le abandonó. Quiso pensar en lo que había sucedido, pero su mente se derramaba cada vez que abordaba una pregunta, y pasaría mucho tiempo hasta que pudiera recordar con nitidez lo que ocurrió una [[noche de primavera|FINALMALO]] después de kendo.
[[<html><center><img src="https://dl.dropboxusercontent.com/u/4743197/pruebahdef.jpg" alt="FUENTEDAILYCATDRAWINGS"/></center></html>|1]]
[[<html><center><img src="https://dl.dropboxusercontent.com/u/4743197/finalreinicio1.jpg" alt="FUENTEDAILYCATDRAWINGS"/></center></html>|Agradecimientos]]
[[<html><center><img src="https://dl.dropboxusercontent.com/u/4743197/FINALBUENO1.jpg" alt="FUENTEDAILYCATDRAWINGS"/></center></html>|Agradecimientos]]
[[<html><center><img src="https://dl.dropboxusercontent.com/u/4743197/Agradecimientos.jpg" alt="FUENTEDAILYCATDRAWINGS"/></center></html>|Créditos]]
Probando, probando.
//Ssh, creo que ya funciona...//
[[¿Eh?|0]]
En el fondo no era prudente. El Malvado Científico™ sacó la muestra de la máquina y la vertió en un lavabo tras la mesa. Masculló una serie de improperios mientras se dirigía a otro estante. Extrajo una caja negra y la llevó al centro de la estancia. Del interior manó humo blanco, vaho, quizás; a Josete no le hizo falta saber qué había dentro. En cuanto vio el líquido fluorescente supo que aquello era lo que el Josete de Algún Momento había inyectado en su antebrazo. [[Se estremeció|39Josetenosalvaalgato]]. El gato seguía maullando.
Irritado, El Malvado Científico™ dio un golpe a la mesa y cogió al minino por el pellejo del cuello. En un abrir y cerrar de ojos desapareció del campo de visión de Josete. Era su oportunidad.
Se deslizó sigilosamente entre las torres que parecían los estantes. Cada vez que doblaba una esquina miraba a ambos lados, cuerpo tenso, hombros relajados, inspirando por la nariz, y se sintió más felino que nunca; ni él mismo escuchaba sus propios pasos. La idea de drogarse otra vez en kendo apareció fugazmente por su cabeza.
Ya no había más sitios donde esconderse. La mesa, la caja cerrada y la máquina estaban a escasos metros de él. Pero ¿qué iba a hacer ahora? ¿Robar la caja? ¿Chantajearle? ¿Batirse en duelo? Si ni siquiera se había traído los shinais. Como héroe no valía un duro.
Por suerte no tuvo que trazar un plan. Una mano extraña le agarró del hombro. Josete intentó darse la vuelta en cuanto notó algo cerniéndose sobre él, pero fue [[embestido contra el suelo.|39JOSETENO]]
—¿Qué…? ¿Holi…?
Josete aposentó el trasero. Su cabeza, que iba a toda velocidad, ya había sacado dos conclusiones: la primera era que estaba en un apuro de verdad; la segunda, que el Malvado Científico ™ era un
excéntrico.
—Supongo que te estarás preguntando cuál es mi pequeño proyecto…
—En realidad no.
—… No te aflijas: te lo voy a contar. Eres el único que ha llegado tan lejos. —Le tendió la caja con ambas manos. Cuando Josete hizo ademán de cogerla, él se retiró con una sonora
carcajada. Josete puso los ojos en blanco—. ¿Quién no ha soñado alguna vez con correr tan rápido como un guepardo? ¿O recorrer el vasto cielo como un águila? ¿O bucear con la misma ligereza que un pececillo? Cualquiera. De niño crecí bombardeado por películas de superhéroes, soñando con ser uno de ellos y alejarme de esta —le dio la espalda— vida mundana. Pero ahora las cosas han cambiado.
»El Conversor puede detectar muestras de animales válidas para alterar el ADN humano durante un lapso de tiempo. Al principio fueron minutos. Ahora son veinticuatro horas. [[Pronto|40JOSETENO]] será una vida.
El Malvado Científico ™ se giró lentamente. Sus ojos habían adquirido un brillo febril. Le apuntó con el dedo.
—Estoy a un paso de dar el salto evolutivo. Y tú no puedes hacer nada para impedirlo, aunque desconectaras la máquina, me robaras esta llave —le mostró una llave antigua que pendía de su cuello— y liberaras a todos los animales; o aunque destruyeras cada muestra disolviéndola con agua a cuarenta y siete grados, ni más ni menos; o aunque decidieras llamar a Telecinco y hacerte asquerosamente rico en Sálvame Deluxe. //Nadie// va a venir a salvarte a ti. —Y rio—. ¿Lo pillas? ¿Lo pillas?
[[Un hilo de baba|41JOSETENO]] salió disparado hacia Josete, a quien solo se le ocurrió cerrar los ojos. La saliva le rozó la oreja. Reprimió una náusea.
—¿Te das cuenta de que acabas de contarme cómo desbaratar tu plan?
El Malvado Científico ™ se señaló a sí mismo con una mueca de sorpresa.
—¿Yo? ¿A ti?
—Eh… sí. O sea, la llave del cuello… La temperatura del agua…
Hizo un aspaviento con la mano.
—Eso son minucias.
—Ya.
—No, en serio.
—Claro.
—¡De verdad! Si quisiera darte pistas sobre mi verdadero plan de dominación, te explicaría que la caja contiene muestras ultra poderosas. Un solo pinchazo y te convertirías, qué sé yo, en una especie de Hulk vegano.
—¿Lo de vegano era necesario? —repitió, acordándose momentáneamente de la estupidez de la creadora de su aventura.
El científico asintió.
—No podrías derrotarme de otra forma. Lo siento. —¡Y parecía sincero encogiéndose de hombros y con voz de pena!—. La vida es dura.
[[Josete sopesó opciones.|42JOSETENO]]
El Malvado Científico ™ no era tan malo ni meticuloso como uno
habría supuesto porque ni siquiera le había encadenado a la silla, sino que se había limitado a lanzar una orden sin contemplar la posibilidad de que no fuera obedecida. Pues ahí me ha pillado, se dijo, probando a moverse despacio para ver la reacción de su captor. No ocurrió nada. Si era lo suficientemente rápido, podía alcanzar la puerta en cuestión de segundos Josete era capaz de correr como si llevara un petardo de quinoa en el culo. Vaya que sí. Pero eso supondría renunciar: no haría frente al Malvado Científico ™ ni salvaría a los animales.
Llamaría a la policía y poco más, incluso le atosigarían a preguntas incómodas y nadie creería su versión de la historia. Aun así, las autoridades controlarían mejor la situación. Para
empezar, hablaban en plural. Josete era un [[ejército|39noSAVAALGATO]] de un solo hombre.
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